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Instrumentos de política económica que vuelven de un pasado que se había prometido no repetir

“Argentina, país generoso” señala el antiguo refrán. En realidad, la frase se queda corta, muy corta si tenemos en cuenta que se ha logrado mantener la calma cambiaría a pesar de haber resucitado los mismos instrumentos del pasado, pero esta vez con un grado apreciablemente alto de confusión que ayuda a algunos y desorienta a los más.

Sin ir más lejos, comencemos por el auténtico “fenómeno OVNI” que se cierne sobre Reconquista 266 desde fines de junio por el aterrizaje en Argentina de extrañas partidas gigantes de dólares – dos días de doscientos millones cada una, y la última vez, quinientos millones en solo un día – de extraterrestres desesperados por desprenderse de inmediato de sus dólares, malvendidos “en bloque” al Tesoro que termina depositándolos en el BCRA. ¿De dónde salieron estos tipos? ¿De dónde vienen esos dólares?

Además, quedan las dudas sobre ¿a qué precios se compraron?, y ¿cómo se dio el “romance” por el cual se conocieron compradores y vendedores? Porque, a no engañarse, el BCRA no consiguió comprar ni un solo dólar de la soja y el maíz. Ni uno. Y de repente Bausili y Caputo se encuentran, dando la vuelta a la manzana, como quien no quiere la cosa, cientos y cientos de millones de billetes verdes cuyos dueños estaban desesperados por vender. Raro… ¿no?

Este no es un tema banal ni pequeño. El maquillaje de las reservas – tan usado en el pasado – es un viejo instrumento de política económica en Argentina que pensábamos que era una reliquia del pasado, pero que parece estar resucitando a medida que se compran dólares raros y se mezclan dólares reales y disponibles con líneas de crédito comercial sin ningún apuro por usar, con miles de millones de DEG inconvertibles del FMI, y oro con paradero incierto al haber sido embarcado quien sabe adónde ni para qué.

Pero el maquillaje no parece afectar solo a las reservas cuyo nivel posee un apreciable tufillo sospechoso. Cuando nuestras autoridades pasaron – bajo una conversión tan rápida y veloz como la del apóstol Pablo de Tarso – de pensar cuál era el explosivo más inflamable para convertir en cenizas al BCRA a intentar hacer de él un búnker inexpugnable, nos hicieron creer que la política monetaria iba a cambiar de una vez por todas y para siempre, que el BCRA iba a dejar de tomar fondos en el sistema financiero y que el mismo dejaría de ser generador de déficit, sea en la variante cuasifiscal – del BCRA – o financiero – del Tesoro -.

Pero no. Frente a este déficit que sigue vivito y coleando en más de 11% del PBI, tal como hemos señalado en Clarín del 18/6/25, las autoridades – y buena parte de quienes no lo son, pero saben – parecen fingir demencia y simular que no pasa nada.

Y eso que las señales son cada vez más evidentes: el mutis por el foro de las LEFI por LECAP solo sirvió para subir las tasas – costo que paga el Estado – y para dejar bien en claro que la tasa de política monetaria no la fija más el BCRA sino que surge por obra y gracia de lo que los bancos ofertan pagar. O sea que tenemos un Estado tomador de fondos, endeudándose más y más en el sistema financiero, y una política monetaria en proceso de escape del control del BCRA. Algo muy similar a lo que tantas veces hemos vivido en el pasado como inexorable prolegómeno de “fines de época”. Con la diferencia discursiva de que se dice que esta vez es “para poder diagramar metas de agregados monetarios”.

Dicho sea de paso, la cosmética financiera es por estos días más frondosa que nunca con el fin aparente de causar confusión. Basta decir que las LECAP y los BONCAP capitalizan ajustes e intereses por lo que, al observar una serie histórica, las comparaciones arrojan resultados disparatados porque lo emitido en concepto de ajustes e intereses de estos bonos permanece “invisible” en las estadísticas. Cosa que sirve mucho para disfrazar el tamaño de la deuda pública y hacerla aparecer muy inferior. Y en esto, ¡chapeau!, se fue mucho, mucho más allá que en el pasado.

Podemos seguir con el calco milimétrico de desafortunados errores cometidos que creíamos que no íbamos a volver a ver. La perniciosa política de fomento al ingreso de capitales “golondrina” al calor de altas tasas nominales de interés como factor primordial con un dólar que se busca – como decenas de veces en el pasado – clavar por la fuerza, merece una mención muy especial. En el pasado esto se complementó con costosas, pueriles y a la larga desastrosas intervenciones en las cotizaciones del “dólar futuro” que condujeron a megadevaluaciones y altísimas tasas de emisión.

Pensábamos que no íbamos a volver a ver esto nunca más con el “dinamitador del BCRA” en el sillón de Rivadavia. Pero no, craso error. El fomento al ingreso de capitales “golondrina” tomó las características de una política de Estado. Complementada con inadecuadas y deficitarias intervenciones en el “dólar futuro”, nos trae a la mente cuán similares son los factores que en el pasado produjeron las peores crisis con los que ahora se asegura que nos brindaran las bienaventuranzas.

Y podríamos seguir y seguir un buen rato más, cosa que no haremos para no fatigar. Pero podríamos hablar largo rato de la inconsistencia de la política de encajes, la privatización del impuesto inflacionario y muchos más grandes males intactos cual momia egipcia. Basta con señalar que se regeneraron los “pases pasivos”, los cuales poco menos se juraba que no volverían. Cual “muertos vivos” renacieron de la mano de nuestros funcionarios que parecen imitadores de quienes fracasaron en el pasado, incluyendo, paradójicamente a varios de ellos mismos.

Mientras tanto, poco a poco, el último bastión de la mejor lógica económica – el superávit de caja del Tesoro – sobrevive y a muchos tranquiliza. Ocurrió también en el pasado, aunque menos intensamente que ahora. Difícilmente con eso alcance – al igual que en pasado – porque el superávit de caja del Tesoro es apenas la décima parte del déficit financiero. Muy similar a lo que solía ocurrir… en el pasado.

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