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Un estilo de vida saludable puede ayudar a personas con riesgo de demencia, según un estudio a gran escala

Una combinación de actividades saludables que incluyen el ejercicio, una dieta nutritiva, juegos mentales en la computadora y socialización, puede mejorar el desempeño cognitivo en personas con riesgo de demencia, según un nuevo estudio a gran escala.

La investigación, realizada en cinco lugares distintos de Estados Unidos a lo largo de dos años, es el mayor ensayo aleatorio en examinar si los hábitos saludables protegen la salud cerebral.

“Confirma que prestar atención a aspectos como la actividad física, los factores de riesgo vascular y la dieta es una manera muy importante de mantener la salud cerebral”, afirmó la doctora Kristine Yaffe, experta en envejecimiento cognitivo de la Universidad de California en San Francisco, que no participó en el estudio.

Los resultados se presentaron el 28 de julio en la Conferencia Internacional de la Alzheimer’s Association en Toronto y fueron publicados en la revista académica JAMA de la Asociación Médica Estadounidense. El estudio involucró a 2.111 personas de entre 60 y 79 años, de diversos orígenes raciales y étnicos. Ninguna mostraba deterioro cognitivo. Todas llevaban un estilo de vida sedentario, una dieta deficiente y reunían otros dos factores de riesgo de demencia, como antecedentes familiares de deterioro cognitivo e hipertensión arterial.

La mitad de los participantes siguió un programa estructurado. Se les prescribió una dieta saludable, actividades de interacción social y un régimen semanal de ocho sesiones de ejercicio y tres sesiones de entrenamiento cognitivo computarizado. Asistieron a 38 reuniones con instructores y otros compañeros participantes.

Los demás participantes siguieron un programa autoguiado. Recibieron materiales y recursos educativos, y se les animó regularmente a adoptar hábitos saludables.

Asistieron a seis reuniones de equipo durante todo el estudio.

Las puntuaciones cognitivas de ambos grupos fueron mejorando considerablemente y el grupo de mayor intensidad mejoró algo más que el otro. “La intervención estructurada tuvo un beneficio adicional y superior a los autoconducidos”, afirmó Laura Baker, profesora de gerontología, geriatría y medicina interna de la Facultad de Medicina de la Universidad Wake Forest e investigadora principal del estudio.

Aun así, el estudio dejó muchas preguntas sin respuesta.

El doctor Lon Schneider, experto en Alzheimer de la Universidad del Sur de California y miembro de la Comisión Lancet pata prevención de la demencia, se manifestó impresionado por la significativa mejora en ambos grupos. No obstante, señaló que la diferencia de rendimiento entre el grupo de alta intensidad y los autoguiados fue mínima, lo cual plantea dudas sobre los verdaderos beneficios de un programa intensivo.

Tampoco resultó claro en qué medida la mejora cognitiva reflejaba un “efecto de práctica”, fenómeno común por el cual los participantes aprenden a obtener mejores resultados en las evaluaciones simplemente al realizarlas varias veces, dijeron el doctor Schneider y otros expertos.

“Esto no demuestra que ninguno de los cambios en el estilo de vida, en sí mismos o en su combinación, sea responsable de este nivel de mejora”, afirmó Schneider. “Ni que esté necesariamente relacionado con neurodegeneración o con la enfermedad de Alzheimer.”

Los resultados obtenidos no pueden compararse con los de la población general, dado que el estudio no incluyó un grupo que no recibiera ninguna intervención. «No nos pareció ético tener un grupo que no recibiera nada”, declaró Heather M. Snyder, vicepresidenta ejecutiva de relaciones médicas y científicas de la Alzheimer’s Association, que invirtió 50 millones de dólares como principal financiadora del estudio.

La doctora Baker afirmó que, aun cuando la intervención estructurada fue solo ligeramente más efectiva que la autoguiada, “no creo que podamos decir que una pequeña diferencia en un grupo de riesgo no sea significativa”. Estimó que, en comparación con el grupo autoguiado, la intervención estructurada “retrasó el reloj del envejecimiento cognitivo entre uno y dos años”, lo que podría “aumentar la resiliencia frente al deterioro cognitivo”.

Sin embargo, varios expertos externos afirmaron que era difícil estimar cualquier ventaja en la práctica. También cuestionaron que mucha gente fuera a poder adoptar realmente un programa intensivo.

“Una de las grandes incógnitas es cuánto se debe hacer y qué es rentable”, afirmó Kaarin Anstey, directora del Instituto Ageing Futures de la Universidad de Nueva Gales del Sur, Australia. “Si solo contamos con intervenciones muy intensivas que solo pueden permitirse unas pocas personas, eso no va a resolver el problema más vasto del envejecimiento de la población y la gran cantidad de gente que desarrolla deterioro cognitivo.”

El ejercicio, una de las claves de una vida saludable.

El objetivo fue “ver si puede funcionar en Estados Unidos”, una nación más diversa con diferentes problemas de salud y estilo de vida, según precisó la doctora Baker.

Los participantes vivían en Carolina del Norte, Rhode Island, en el norte de California, Houston y Chicago. Más de dos tercios eran mujeres y el 31 % pertenecía a minorías raciales o étnicas. La mayoría tenía familiares de primer grado con pérdida de memoria y el 30 % presentaba la mutación del gen APOE4, que aumenta el riesgo de Alzheimer. Todos estos subgrupos experimentaron el mismo grado de mejora cognitiva.

La mayoría de las personas participó durante los dos años completos, cosa que indica que su gran motivación independientemente de que recibieran o no una supervisión intensiva.

Phyllis Jones, de 66 años y residente de Aurora, estado de Illinois, se inscribió en parte porque su madre y su abuela habían padecido demencia vascular. Antes del estudio, comentó, el estrés por haber sido despedida de un puesto de ingeniería de software y otras dificultades laborales la llevaron a salas de urgencias a raíz de visión borrosa y palpitaciones. «Estaba muy mal», admitió la señora Jones. Y dijo sobre participar en la intervención estructurada: “Me despertó”.

Al principio, comentó, apenas 10 minutos de aeróbicos eran agotadores, pero ahora hace ejercicios a diario y ha perdido 14 kilos. Estimulada por el apoyo social de las reuniones con sus compañeros, encontró un trabajo nuevo como verificadora de software. Se hizo amiga de otra participante, Patty Kelly, de 81 años. Ambas se animaron mutuamente y la señora Kelly reestructuró su dieta, limitando drásticamente los dulces, el queso y las frituras.

Las dos mujeres percibieron haber alcanzado ciertos beneficios cognitivos, aunque no se les han comunicado sus puntuaciones. La señora Jones se sintió más capaz de planificar proyectos domésticos y de seguir las cadenas de mensajes en el trabajo. La señora Kelly, jubilada de una organización sin fines de lucro que atiende a familias sin vivienda, comentó que había mejorado su forma de manejar. «Ya no me estrello contra el costado del garaje», dijo.

Los juegos mentales por computadora fueron «lo más difícil de aceptar», observó la señora Jones. Eso también les pasó a otros participantes, comentó la doctora Baker. «¿Tiene sentido esperar que la gente haga esto todos los días?», preguntó la especialista refiriéndose al entrenamiento cerebral por computadora. «Basándome en nuestra experiencia, me niego». Pero añadió que cualquier tipo de estimulación intelectual puede ser útil.

Desde que finalizó el ensayo el año pasado, la señora Jones contó que ha mantenido muchas de las prácticas, pero que ha recaído en el azúcar y su colesterol aumentó. «Creo que la estructura es importante, la responsabilidad», sostuvo.

De todos modos, el estudio sugiere que la automotivación es muy útil.

Peter Gijsbers van Wijk, de 72 años y residente de Pearland, Texas, participante del grupo autoguiado, señaló que los facilitadores le brindaron amplia información y consejos, como convertir sus compras en una oportunidad para hacer ejercicio caminando a paso rápido y cargando las bolsas con mercaderías.

Empleado jubilado de una empresa de transporte de productos químicos, el señor Gijsbers van Wijk, que durante el estudio perdió a su esposa por un cáncer, comenzó a caminar más, a participar como voluntario en programas comunitarios y a comer más sanamente.

“No sirve de nada participar si te vas a quedar en el sofá”, destacó. “Tengo suficiente autodisciplina como para que, cuando me aconsejan, hacer lo necesario, lo que hace falta”, dijo.

El estudio reveló que los participantes que empezaron con puntuaciones cognitivas más bajas se beneficiaron más. La doctora Anstey explicó que no está claro por qué, pero que ella podría sugerir que “enfoquemos las intervenciones de forma más agresiva en las personas con menor cognición, que corren mayor riesgo, e intervenciones menos intensas o menos costosas para quienes tienen mayor cognición”.

En ambos grupos la mayor mejora cognitiva se relacionó con la función ejecutiva, es decir, con capacidades como la planificación y la organización. La memoria mejoró inicialmente en ambos grupos, pero luego empeoró, sin diferencias significativas en las puntuaciones finales de memoria de los grupos. La pérdida de memoria es un síntoma fundamental del Alzheimer, señaló la doctora Yaffe, por lo que las mejoras cognitivas en el ensayo probablemente estuvieran “menos relacionadas con el mal de Alzheimer y más relacionadas con los cambios vasculares en el cerebro”.

El conjunto investigador analizará sangre, imágenes cerebrales y otros datos para determinar si las actividades provocaron cambios cerebrales, reducciones en las proteínas vinculadas con el Alzheimer u otros factores biológicos, hizo saber Heather Snyder. Y agregó que la Alzheimer’s Association invertirá 40 millones de dólares para llevar a cabo el seguimiento de los participantes y ayudar a las comunidades a adoptar programas adaptados a sus necesidades locales.

“Ahora tenemos que traducir esto y convertir las intervenciones de salud cerebral en resultados y soluciones de salud pública”, afirmó la médica.

The New York Times

Traducción: Román García Azcárate

Pam Belluck es periodista de salud y ciencia y cubre diversos temas, como salud reproductiva, COVID persistente, neurociencia, trastornos neurológicos, salud mental y genética.

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