La administración de Estados Unidos, a cargo de Donald Trump, le dará flexibilidad a la Argentina por un mes para que su amigo Javier Milei pueda manejar a sus anchas la política cambiaria (el dólar) hasta las elecciones de medio término.
La relación bilateral pasa por el mejor momento de la historia -incluso más cercana que en los 90-, según observan en Washington.
Sin embargo, la excelente sintonía y el alineamiento pro occidental de la Argentina no será suficiente para escapar de los ajustes al programa económico que pide Estados Unidos y que el sector privado reclama como necesarios para acelerar las inversiones y destapar el potencial económico del país.
Aunque por el momento no existe un pedido formal para remover las bandas de flotación cambiaria, sí hay una exigencia de reforzar las reservas internacionales del Banco Central (BCRA) después del 26 de octubre.
Así lo blanqueó, con la mesura que la caracteriza, la directora Gerente del Fondo Monetario Internacional, la búlgara Kristalina Georgieva. «Apoyamos a Argentina en la implementación de políticas para salvaguardar la estabilidad, reducir la inflación, reconstruir las reservas e impulsar las perspectivas de crecimiento», publicó en la red social X -ex Twitter-.
Su ex número dos, la estadounidense Gita Gopinath, fue más allá, y escribió más temprano que «el apoyo de los Estados Unidos sin duda ayuda a prevenir fluctuaciones cambiarias especulativas». «Sin embargo, un progreso duradero requerirá que Argentina adopte un régimen cambiario más flexible, acumule reservas y genere apoyo para sus reformas internamente», planteó.
La acumulación de dólares suele llegar a través de un mayor superávit comercial -más exportaciones que importaciones-, de cuenta corriente -con, por ejemplo, menos gastos de los argentinos que viajan al exterior- o con un gran ingreso de inversiones, que no sucederá en el cortísimo plazo.
Es decir, la política cambiaria se alineará para no dejar que baje el dólar hasta $ 947 -el piso de la banda de flotación- antes de que el BCRA compre reservas. Y para lograr mayores ingresos de divisas hará falta una flotación libre, donde el precio de equilibrio pueda resultar más alto que el actual.
Asimismo, Estados Unidos, que rescatará a Milei ante el riesgo del default de la deuda, quiere ver cómo se instrumenta en la Argentina una agenda de reformas estructurales de largo plazo para atraer las inversiones del sector privado. Son las clásicas reforma laboral, jubilatoria y tributaria, que están conectadas entre sí.
Las reformas tienen que salir de un amplio consenso entre el Gobierno y la oposición para perdurar en el tiempo, y lograr una mayoría fuerte en el Congreso. Allí La Libertad Avanza (LLA) tendrá mejores números de diputados y senadores que los actuales, pero necesitará alianzas políticas.
La visión que tienen empresas con capitales estadounidenses es que una reforma laboral debe adaptar el marco normativo a nuevas tecnologías y modalidades flexibles de contratación de empleados, así como la finalización de contratos sin riesgo de juicios laborales eternos.
De la misma forma, en Washington creen que una reforma tributaria deberá fomentar la formalización de la economía y una reforma de las jubilaciones -que podría elevar la edad de retiro y culminar con las moratorias– tendrá que generar el marco para que los gastos en previsión social sean sustentables en el tiempo, con más aportantes activos que beneficiarios pasivos del régimen.
Más adelante, y en línea con el calendario de objetivos no cuantificables que la Argentina acordó con el FMI, se espera la aceleración de las privatizaciones de empresas públicas, la eliminación de todos los fondos fiduciarios con excepción del que sostiene la zona fría de gas, la desregulación del sector eléctrico y la focalización de la asistencia social.
NE