El estudio correntino ODB Arquitectos, liderado por los arquitectos Álvaro Di Bernardo y Mauricio Ortiz, fue reconocido con el Primer Premio Nacional de Arquitectura en la categoría Obra Privada – Escala menor por su proyecto Guácaras Food & Drinks Park, ubicado en el acceso a Santa Ana de los Guácaras.
El certamen, correspondiente a la convocatoria 2024-2025, valoró especialmente cómo la propuesta logró integrarse con lo urbano y convertirse en una plaza abierta, generando un espacio de encuentro para vecinos y visitantes.
Un proyecto nacido en la postpandemia
La obra surgió en un contexto muy particular: el regreso paulatino de las actividades comerciales y gastronómicas tras la pandemia, con especial foco en aquellas que podían desarrollarse al aire libre. Fue entonces cuando dos empresarios convocaron al estudio para desarrollar el primer parque de foodtrucks de la región.
El programa era claro: dos puestos fijos de venta gastronómica, una barra de bebidas, la mayor cantidad posible de lotes con servicios para alquilar a foodtrucks, un área para 200 comensales, sector de juegos para niños, sanitarios y depósitos. Sin exigencias estéticas, pero con dos condiciones firmes: resolver el proyecto en menos de mes y medio y con un presupuesto acotado.
“En ese momento éramos cuatro en el estudio (Emi, Sofi, Tito y yo) y organizamos un concurso interno para definir ideas. La propuesta final tuvo como premisa que el lugar funcionara como una plaza abierta al barrio y a la ciudad, siguiendo la idea de urbanizar lo privado del arquitecto Solá Morales”, explicó Di Bernardo.
Desafíos y soluciones creativas
Uno de los principales retos fue la ubicación estratégica en una esquina triangular que, además, funcionaba como paso peatonal hacia el centro del pueblo. Mantener esa conexión, integrar el espacio y atender la complejidad del tránsito fueron ejes centrales del diseño.
En lo constructivo, el tiempo y el presupuesto motivaron soluciones simples: tres volúmenes fijos de hormigón armado, reutilizando encofrados y aprovechando esas maderas para cerramientos internos.
La gran pérgola central, que debía cubrir *25 metros sin apoyos intermedios, se resolvió con una *estructura en catenaria que trabaja a tracción, con apoyos laterales repetitivos, logrando así una imagen unificada y ligera.
Un aporte privado con valor público
“Lo que más nos motivó fue que un emprendimiento privado pudiera aportar valor a lo público y lo urbano. Queríamos evitar que se convirtiera en un espacio cerrado o estéril, y lograr que fuera una pieza viva y estimulante para la ciudad”, destacó el arquitecto.
La propuesta, que ya había sido premiada a nivel regional, sorprendió al estudio cuando fue seleccionada como la mejor obra privada menor de 600 m² del país. “Nos enteramos de la convocatoria apenas 48 horas antes del cierre, presentamos dos obras con fotos tomadas por un estudiante con su celular, y aun así obtuvimos el primer y segundo puesto en el NEA, y luego este premio nacional que nos llena de orgullo”, concluyó Di Bernardo.